
La ansiedad es una compañera insidiosa que puede aparecer en cualquier momento, especialmente en situaciones de estrés y desafío. Para muchos, es un sentimiento familiar que acompaña las preocupaciones diarias, pero para otros, es una carga invisible y persistente que puede afectar cada aspecto de la vida.
Esta es la historia del día en que me dijeron “Ansiosa”, una palabra que, aunque bien intencionada, no logró capturar la profundidad de lo que significa vivir con ansiedad. Era una mañana como cualquier otra, con la rutina habitual y las responsabilidades diarias aguardando mi atención. Sin embargo, esa mañana, una nube de preocupación y nerviosismo parecía envolverme más que de costumbre, tenía una reunión importante en el trabajo, luego en la tarde llevar a Marìa José a terapia y culminar con varios compromisos del día.
Los pensamientos intrusivos comenzaron a acumularse:
“¿Y si no lo hago bien?”, “¿Qué pensarán de mí?”, “¿Estoy lo suficientemente preparada?” “¿Y si pierdo tiempo?”, mi cabeza en ese momento estaba topada. En medio de este torbellino de emociones, un agente de servicio al cliente con quien realicé una gestión ese día, notando mi evidente incomodidad y con una sonrisa comprensiva, me dijo: “La veo ansiosa, tranquilícese”. Sus palabras, aunque ofrecidas con la mejor intención, tuvieron un efecto contrario. Sentí que mi ansiedad, ese monstruo invisible que ya estaba desgarrando mi calma, había sido minimizada y desestimada.
La realidad es que la ansiedad no es algo que se pueda apagar con un simple consejo. No es una emoción pasajera que se disipa con facilidad. Para muchos, es una lucha constante que requiere paciencia, comprensión y, a menudo, ayuda profesional. Decir “La veo ansiosa, tranquilícese” es equivalente a decirle a alguien que está en medio de una tormenta que simplemente ignore la lluvia.
Ese día fue un punto de inflexión para mí. Me di cuenta de la importancia de educar a otros sobre la naturaleza de la ansiedad y la necesidad de abordar este tema con empatía y conocimiento. Pero, como ya saben que me encanta transformar el caos en oportunidad, ese día empecé a investigar más sobre estrategias para manejar la ansiedad y decidí buscar apoyo en terapia, después de haber digerido el tema y verlo desde otra perspectiva, aprendí técnicas como: la respiración, meditación, lectura, atención plena y la oración, herramientas que me han ayudado a enfrentar mis miedos, a encontrar un equilibrio y fue en ese momento en donde empecé a desarrollar el gusto por los decks y herramientas de bienestar, las cuales hasta hoy agradezco porque por medio de una frase, una reflexión y un ejercicio he logrado amistarme con mi ansiedad.
También comencé a hablar abiertamente sobre mi experiencia con la ansiedad, comprendiendo que no era ni la primera, ni la última persona que se sentía de esa manera.
Gracias a ese momento, en su momento incomodo, aprendí a observarme mas y a interesarme por cómo me estaba sintiendo en momentos específicos del día. pero mas que eso, decidí compartir con otros mi historia esperando que al compartirla, puedan sentirse menos solos y más comprendidos. Descubrí que muchos a mi alrededor también luchan con sentimientos similares y que, juntos, podemos crear un entorno de apoyo y comprensión. Por lo tanto, la próxima vez que alguien me diga “Ansiosa”, en lugar de sentirme incomprendida, aprovecharé la oportunidad para educar y sensibilizar sobre lo que realmente significa vivir con ansiedad. Porque la clave no está en negar o minimizar nuestras emociones, sino en aprender a manejarlas con compasión y resiliencia. En conclusión, la ansiedad es una parte de la vida de muchas personas, pero no tiene por qué definirnos ni limitarnos. Al compartir nuestras experiencias y educar a los demás, podemos crear un mundo donde la salud mental se entienda y se respete, y donde nadie tenga que enfrentarse a sus miedos en soledad.
¿Cómo estás recibiendo los juicios y percepciones de los demás, qué elijes hacer con ellos?
La ansiedad es la mente yendo mas de prisa que la propia vida.





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